CRÍTICA DE CINE: MONKEY TWINS (2016)
Desde que la Sahamongkol Films cerró su departamento de acción, el cine tailandés de este género es casi inexistente. Sus estrellas, Tony Jaa, Jeeja Yanin o Dan Chupong, sus estandartes más reconocidos, sobre todo los dos primeros, han tenido que aparecer en diferentes producciones, ajenas a su país. Mientras Tony ha rodado para Hong Kong o Estados Unidos, Yanin ha alternado la televisión con algunas películas estadunidenses, mientras que Chupong es el que menos ha trabajado, permaneciendo en su país natal y en la televisión, y es éste medio en el que apareció esta serie de 13 episodios y que está disponible en España a través de Netflix. Un policía encubierto detrás de unos narcotraficantes, una escuela de Khon, teatro tradicional tailandés de danza con máscaras, artes marciales y amor todo bien mezclado que incluye además a la propia Jeeja Yanin y a Dan Chupong en papeles secundarios, pero donde brillan sus habilidades marciales, al igual que las de otros actores, como la pareja masculina protagonista, compuesta por un joven actor y un stuntman con varios largometrajes también de actor a sus espaldas. Nuevas promesas que no parecen tener posibilidades de saltar al cine por lo que decía al principio, pero que al menos nos han dado una serie muy entretenida, con muchas peleas y acción.
La llegada de Mawin (Phakhin Khamwilaisak), un policía encubierto a un pueblo detrás de un narcotraficante, le llevará a vivir a una escuela de teatro tradicional regentado por un anciano. Su nieto, Nuea (Sumret Muengput) se convertirá en una suerte de rival del joven policía, y la dulce Namtarn (Alisa Kunkwaeng) será el componente romántico, aunque nunca llega a ser un triángulo romántico, lo cual se agradece ya que no se convierte en una subtrama que ralentice la serie. Conoceremos al villano, Teycho (Akkarat Nimitchai) hijo de un político corrupto, a la Yakuza japonesa, con negocios con el malcriado Teycho. Traiciones, venganzas, intriga y muchas peleas, todo aderezado con amor, sólo unas gotas que no molestan, relaciones familiares, mantenimiento de la tradición, lazos culturales con China… Pueden parecer demasiados elementos que mezclar en tan sólo 13 episodios, pero al igual que pasa con el tema romántico, muchos de ellos sólo se muestran de refilón, enriqueciendo todo con dosis justas, dejando la trama policial y de acción como principal, sobre todo en su primera mitad. La presencia de las artes marciales deja bastante satisfecho. El teatro Khon oculta antiguos estilos de lucha tailandesa con armas, con fuertes lazos con el Krabi Krabong, arte marcial con un extenso arsenal como espadas, lanzas, bastones y escudos. En la serie tenemos además dos estilos que dan cierto toque casi místico, adentrándose en un mundo marcial local, con el estilo del Mono como eje central, dado su título. Esto es algo que merece comentar. El título hace referencia a monos gemelos, y damos por sentado que Mawin y Neua son esos monos. Neua interpreta a Hanuman, el Rey Mono de algunos países como Tailandia, pero también tenemos a Li Yin (Zozeen Panyanut Jirarottanakasem, vaya con los nombrecitos tais…) supuestamente china, ex-cuñada de Neua, experta en teatro tradicional chino interpretando a su Rey Mono, Sun W’u Kung (el de la novela Viaje Al Oeste, tantas veces representado en cine y televisión en China) mezclando así el Kung Fu con el Muay Thai. Esto favorece en muchos capítulos peleas contra matones locales, con un imaginativo uso de ambas disciplinas, bien rodadas y espectaculares. No hay un uso de cables excesivo, y en general todas las coreografías (podemos tener entre 1 y 3 peleas capitulo sí, capítulo no) son bastante buenas, pero el no usar cables sí que resulta a veces algo sosas de ver, aunque se asista a unas combinaciones de codos, rodillas y saltos de una gran calidad. Los tiroteos son algo… baratos, con escasa espectacularidad, pero igualmente se agradecen de ver ya que el ritmo en general es más que correcto. Asistimos así a una serie ligera, entretenida, repleta de acción, donde Jeeja Yanin aparece como malvada japonesa, katana en mano y reventando a los que se ponen en su camino, a Dan Chupong como guardaespaldas del villano, y usando otro antiguo estilo con conexiones con la mitología tailandesa que es igualmente superior al resto, y que contrarresta al del Mono. Toda la acción es idea del propio director y guionista de la serie Nonthakorn Thaweesuk, guionista de The Bodyguard (2004), Born to Fight (Nacido para Luchar (2004), Ong Bak 2: La Leyenda del Rey Elefante (2008) o Power Kids (2009), además de editor en algunas de ellas o de BKN: Bangkok Knockout (2010), ayudado por el director de acción del grupo Gymnasium 3 Team, y con Amnat Pooksrisuk como asesor. Y como colofón final, la aparición del mercenario Vithaya Pansringarm, un actor que no le hace ascos a cualquier tipo de producción, apareciendo últimamente en producciones de Hollywood, hongkonesas, chinas o de donde sea, y a Kazu Patrick Tang (Ranging Phoenix), actual marido de Jeeja Yanin, por cierto. Presencias casi anecdóticas pero que se agradecen. ¿Qué más quieres? Ante la avalancha de series y películas que hay en estos momentos, a veces no necesitas nada más que una típica intriga de policías en un mundo marcial que a pesar de que podía ser más espectacular, mantiene cierto nivel de entretenimiento, junto a ser episodios de unos 50 minutos que no se hacen nada pesados, con sus limitaciones televisivas pero que resulta en un producto final muy agradable de ver, y eso que tenemos algunos momentos de ese humor tan tailandés, que no todo el mundo tolera, aunque tampoco tiene un peso excesivo. Pocas artes marciales tenemos en televisión actualmente, por lo que ampliar miras hacia una serie tailandesa como ésta, pasando ese muro para muchos como es el ver una serie subtitulada, es una grata sorpresa que sirve, como digo muchas veces, para saciar ese hambre de cine marcial esperando el próximo peliculón de este extraño 2020 que estamos viviendo.
NOTA: 6,5