CRÍTICA DE CINE: DESAFÍO – EL ÚLTIMO APRENDIZ (2005)
El cine marcial alemán es extremadamente moderno. A pesar de tener una tradición en las artes de lucha, en el cine no se ha prodigado, siendo considerada la primera película exclusivamente marcial esta que traigo, Desafío: El Último Aprendiz, de 2005. Surgida a raíz del cortometraje de 2002 Kampfansage 2, nos presentaba a Mathis Landwehr, alumno del maestro de Karate Nguyen Ngoc Thach y estudiante de arte dramático. Un joven con una velocidad espectacular y un arsenal técnico repleto de movimientos de Karate, Kung Fu y acrobacias, logrando hacerse un hueco en el mundo del especialista alemán, pero sin el éxito internacional, a pesar de sus apariciones en series y películas de televisión como actor o stuntman, y con unos cuantos títulos marciales de gran calidad pero que poco a poco se ha ido apagando. No obstante, nos ha dejado un puñado de apariciones dignas de tener en cuenta, y con este lanzamiento espectacular, no perfecto, pero sin duda un vehículo de lucimiento muy recomendable.
Tras el corto, se decidió trasladarlo a largometraje, presentándonos así a Jonas Klingenberg, un estudiante de artes marciales en un futuro post-apocalíptico. La película mezcla este subgénero con el cine de Kung Fu hongkonés y una historia que recuerda a la de Robin Hood, y mucho. Jonas busca recuperar un libro de artes marciales que tiene el villano, Bosco, un ególatra que domina con puño de acero la ciudad de Berlín, y que arrebató al maestro de Jonas tras asesinarle, ayudado por la hermana de Bosco. En su viaje conocerá a Vinzent, una copia del Pequeño John de Robin Hood, cuyo primer encuentro nos ofrecerá un combate espectacular, con bastones largos y sin armas. El guion es sencillo, una excusa para poner en marcha una aventura de esas que nos gustan, algo más de hora y media de acción y artes marciales sumamente entretenida con una ambientación, digamos, facilona, con localizaciones que recuerdan al Cyborg (1989) de Van Damme. Rodar en polígonos industriales favorece este tipo de películas, pero si quieres grabar un film de artes marciales, siendo éstas lo importantes, se puede pasar por alto esto, y más cuando hablamos de una película pionera en un género y en un país, como es esta. No obstante, el guion es algo irregular, intentando construir un universo muy determinado sobre todo con personajes como el villano, Bosco, o su hermana, con quien tiene una relación bastante incestuosa y que roza lo mágico. Este aspecto no está demasiado acentuado, sobrevolando el metraje en determinadas secuencias, pero quedándose algo corto a la hora de esa construcción de este mundo apocalíptico. Pero, como he dicho, son las artes marciales las importantes.
La pericia de Mathis es incuestionable, como su amor por el cine de Hong Kong, por lo que las coreografías, obra del propio Landwehr junto a Christian Monz, Wolfgang Stegeman y Volkram Zschiesche, ayudados por otro nombre sumamente importante en el cine marcial alemán, Mike Möller (del que ya hablaré en otra ocasión) son tremendamente rápidas y fluidas, permitiendo que todos los actores se luzcan de una forma espectacular, y es que los propios coreógrafos participan como actores, con Volkram interpretando a Vinzent, Christian encarnando al malvado Bosco y Wolfgang como Edgar, además de tener como maestro del personaje protagonista al mismísimo maestro de Mathis. Todo se queda en casa, y es uno de los aciertos, ya que ¿quién mejor que los propios protagonistas para saber sus propios límites? Y límites a la hora de coreografiar no tienen, ofreciendo peleas muy largas y de gran calidad, muy bien ejecutadas junto al equipo de especialistas, de nuevo con algunos de los coreógrafos encargándose de esta labor, como Stegeman o Möller, además de contar con ellos mismos como stunmen junto a Landwehr. Todo esto nos da una idea del aspecto casi casero del film, del esfuerzo de una serie de personas de hacer una buena película de género, gente especialista en este campo que entienden el cine marcial y saben sacar oro unos de otros. La dirección también es de calidad, con Johannes Jaeger, ayudado por todo el equipo que acabo de mencionar, para colocar la cámara en los mejores sitios y disfrutar de cada secuencia de acción, heredera directa del mencionado cine de Hong Kong. Una estupenda carta de presentación que no tuvo la continuidad esperada, con Mike Möller quedando como la cara más visible del cine marcial alemán tras, digamos, la etapa de Mathis, que tras esta película saltaría a la fama con la serie Lasko, el Puño de Dios (2009-2010), surgida de una película para televisión, Lasko: El Tren de la Muerte (2005), dar algunos tumbos por series y películas alemanas, alguna aparición en Hollywood casi como extra, o con trabajos como especialistas. No obstante, consiguió pasar a la historia del cine de artes marciales con este trabajo, una película que cualquier amante de este cine debe ver y que llegó a estrenarse en España.
NOTA: 7’75