CRÍTICA DE CINE: EL HOMBRE SIN PASADO (2010)
El cine coreano tiene un buen puñado de títulos de acción y artes marciales, a pesar de ser eclipsados por otras cinematografías. Por suerte, algunas de estas películas se han estrenado en España en cines o en formatos físicos, y El Hombre sin Pasado es una de ellas. Este año es su décimo aniversario, coincidiendo además con el anuncio del remake norteamericano con producción de Chad Stahelski, de 87Eleven Action Desing. Pero no será el primero que se hace, ya que en 2016 ya se había rodado uno en La India, Rocky Handsome, que por cierto a la hora de escribir esta crítica, está disponible en España en Netflix. La película original es un estupendo ejemplo de buen cine de acción con el sello surcoreano, con un buen guion, buenos actores dramáticos, pero igual de solventes en las escenas de acción. Y acción tenemos mucha, sobre todo en su tramo final, pero vayamos por partes…
En muchas ocasiones, gran parte de la crítica profesional y del público más general (aquel que va al cine a entretenerse, independientemente del género, y no amante del cine de acción y marcial) se queja de la falta de profundidad en los guiones cuando ven cine de acción. Y es cierto, pero son vehículos donde la propia acción es lo importante, el leit motive de la película, ofreciendo grandiosas secuencias en historias sencillas, sin más pretensiones. Pero películas como de la vamos a hablar demuestran que se puede tener un guion de calidad, con personajes, y no arquetipos, y actores, como decía al principio, que saben darles la intensidad dramática necesaria y luego lucirse en las secuencias de acción. Won Bin es el protagonista de El Hombre sin Pasado, un misterioso joven que tiene una tienda de empeños en un viejo edificio, y vecino de una mujer y su hija. La niña será secuestrada por culpa de su madre y sus vínculos con unos mafiosos, y el silencioso y misterioso Cha Tae-sik se pondrá manos a la obra para rescatar a la pequeña, a la vez que descubrimos el pasado de Tae-sik. Si, la premisa es sencilla, no lo voy a negar, pero es su desarrollo, creando un vínculo desde el principio entre la niña, interpretada de una forma estupenda por la pequeña Kim Sae-rom, y Tae-sik, personajes marginales de forma diferente, con necesidad de afecto, dos personajes muy bien construidos que desarrollan la parte dramática, y la motivación del protagonista para rescatarla. No cae en excesos lacrimógenos, con una atmósfera deprimente y oscura, lejos del brillo que suelen tener muchos blockbusters de acción de Corea del Sur. Esta atmósfera, mezclada con la trama mafiosa, consiguen equilibrar la combinación de una forma perfecta. Sus dos horas de duración mantienen el equilibrio entre ambos tipos de secuencias, haciéndonos disfrutar de todo. Won Bin es buen actor, y a pesar de que el personaje que interpreta es serio y misterioso, es capaz de cambiar de registro en el desenlace, resultando creíble en ambos. Y en las secuencias de acción, claro está. Es momento de indicar que su título original es Ajeossi, que se traduce como Señor en el lenguaje formal coreano, y en el caso de la película, la forma de llamar la niña al protagonista, otra forma de acentuar la relación entre ambos como columna vertebral del film, y emparéntandola con otras películas de justicieros obligados tras hacer daño a algún ser querido. La forma atlética de Won Bin y su casi metro ochenta le proporcionan una rapidez para las diferentes secuencias de acción, muy diferentes entre sí y uno de los motivos en los que la convierten en imprescindible para los amantes del género.
La acción es de Park Jung-ryul, con alrededor de 60 películas a sus espaldas como actor y dentro del departamento de artes marciales y especialistas, y aquí consigue componer diferentes tipos de acción debido al propio pasado del protagonista, que, aunque no sea una sorpresa, prefiero mantenerlo al margen por si no has visto la película. No obstante, la acción es gradual, subiendo de intensidad para ofrecernos un badass de protagonista, con pocas líneas de diálogo en la mayor parte del metraje, pero con frases lapidarias previas a los estallidos de violencia. Es un tipo de acción muy acorde con la atmósfera fría y sucia que tiene toda la película, pasando del cuerpo a cuerpo a tiroteos o el uso de cuchillos. Al ir in crescendo tanto la duración de las secuencias de acción, como la propia violencia que se muestra, se disfruta aún más, ya que cada secuencia es superior a la anterior, y la balística es la menos impactante, a pesar de ser buenas. Sin lugar a dudas el plato fuerte es el combate entre el protagonista contra la mano derecha del villano, o su guardaespaldas principal, Ramrowan, interpretado por el tailandés Thanayong Wongtrakul, con un karambit, o kerambit, cuchillo curvo filipino, indonesio y malayo. Un intercambio de golpes, con cuchillos y proyecciones que esperamos tras anteriores momentos. El uso del cuchillo por parte de Won Bin es soberbio, salvaje y que estalla en la secuencia final, siendo además sumamente sangrienta. El excelente trabajo coreográfico, el de los especialistas y el de cámara, con Lee Jeong-beom como guionista y director, es toda una alegría para los que busquen calidad en este género. Todo en ella funciona como un reloj y la convierten en, como he dicho más arriba, indispensable, una auténtica joya del cine coreano y de acción que mantiene su frescura y tensión diez años después.
NOTA: 8